viernes, 9 de diciembre de 2016

Tomado del Libro despues de la Muerte

(PARTE I):
Una edificante religiosa, ya anciana, que permaneció en el anonimato, nos cuenta que en 1967 murió su única hermana lejos de ella causándole gran tristeza. Al día siguiente; 20 de julio, estando recogida en su celda:
"Comencé a escuchar en lo íntimo de mi alma su voz clara y distinta. Llamándome por mi nombre decía: "Soy yo, no llores. Estoy bien. ¿Pero por qué lloras? no puedes verme, pero soy yo. No llores por mí". Por obediencia a su director espiritual, también anónimo, fue anotando diariamente en un manuscrito de más de 450 páginas todas las manifestaciones sobrenaturales y locuciones de su hermana, de la virgen, también de Jesús, que duraron desde julio de 1967 hasta los primeros meses de 1970, y después, con largos intervalos, hasta 1974. ponemos a continuación un extracto de tales revelaciones:
"-¿Pero eres tú?- preguntó la religiosa a su hermana difunta.
-Sí, sí, soy yo, pero tú no puedes verme. Soy un alma feliz. He pedido al Señor la gracia de estar junto a ti, de enseñarte. Soy yo, no dudes, te daré una señal. Jesús quiere mucho a nuestra familia por el esfuerzo común que se hace por serle fieles.
¡Misericordia Divina! he encontrado más misericordia que justicia. Para Dios sólo cuenta nuestro esfuerzo. Estoy en un lugar de delicias.
-¿Es el cielo?
- No, todavía no. Pero gozo. ¡Que será después el cielo! Gozo porque sufro y sufro porque gozo, cuanto más gozo más sufro, y cuanto más sufro más gozo. Te entristece que la parálisis me dejó sin habla. Tal fue la voluntad de Dios, porque me hubiera traicionado contando las maravillas de amor que acompañaron mi viaje a la eternidad. No hubiera podido callar tantas cosas, ya que veía los cielos abiertos sobre mí. ¿La muerte? ¿los dolores físicos? ¿la agonía? No tienes que tener miedo, yo los he experimentado. Ten confianza; Jesús, la Virgen, los ángeles, yo. Para quien muere de de amor no hay pena en la muerte, sino alegría anticipada. Al final se abren los cielos que tantas veces hemos contemplado suspirando, y aparece la gloria de Dios y de sus ángeles. La muerte. Qué mala cara se pone a la querida hermana muerte.
El perro atado, apenas lo sueltas, te salta encima y te hace mil caricias para testimoniarte su alegría por la libertad recuperada. Debemos aprender de estas irracionales a recibir con agrado a nuestra gran libertadora. ¿No es justo que haya una recompensa después de tantas tribulaciones, un salario después de una jornada de trabajo, un domingo después del sábado? ¡Mil veces bendita nuestra hermana muerte! No se la debe contemplar como espectro nocturno con la guadaña en la mano, sino como a quien amablemente se te acerca despacio y te susurra al oído: "Levántate amiga mía, y ven.El invierno ha pasado, ya canta la tórtola y los campos están esmaltados con las más bellas flores. Ven. Vamos a hacer ramos con ellas. ¡Oh el primer encuentro de Jesús con el alma! ¡Querría volver a morir para experimentar toda su dulzura! ¡Despiértate! ¡Alaba a Dios!. Yo cada día estoy más luminosa... Soy la mayor pecadora con quien el Señor ha tenido infinita misericordia.
Como el grano de trigo he sido triturada aquí abajo por el dolor, y como el oro probada en el crisol para que saliese oro fino, a fin de poder comunicarme con vosotros dos (la religiosa y su hermano). Estoy más cerca de Dios que tú de ti misma; porque vivo en Dios. Alabemos al Señor. ¿Aún dudas respecto a mí? Piensa un poco. ¿Podrá un alma condenada venir a decirte: "Alabemos al Señor", cuando durante toda la eternidad no hará más que odiarlo?. Soy cada vez más feliz. Estoy radiante de eterna juventud. Brillo como una estrella.
-¿En el cielo?
-No. Pero ya falta poco, gracias a las Misas Gregorianas.
-Entonces, ¿Son ta eficaces estas misas?
-Sí. Bastaría una sola Misa para hacer subir al Cielo, pero el Señor distribuye los méritos del Santo Sacrificio según las necesidades de la iglesia.
-Dime, ¿Qué encontraste a tu paso a la eternidad?
-Una infinita Misericordia, dos brazos amorosos y un corazón palpitante de amor. Querría abrazarme de amor. Si me vieses... soy un cáliz tres cuartas partes lleno de delicias. Tenía Razón San Pablo cuando decía que ni ojo vio, ni oído oyó lo que Dios tiene preparado para sus elegidos. No lloréis por mí mas que lágrimas de amor y agradecimiento a Dios... Tuve al ángel de la guarda junto a mí. Mi purgatorio fue un purgatorio de deseo, lo que yo misma deseé hacer, y fue breve. Mis últimos sufrimientos y los vuestros me obtuvieron la entrada en el paraíso inmediatamente después de mi muerte; pero si se te da entrada a un palacio de cristal respladenciente, y te das cuenta que tienes a un polvo bajo los pies, buscas la alfombra fuera de la puerta para limpiarlos. Por eso me quedé en la antecámara, pero moría de amor, ese fue mi verdadero martirio. Preferiría yo misma la espera de pocos días en el antepurgatorio, lo que me fue compensado con el encuentro allí con mamá, donde estaba retenida desde hacía tiempo. No sufría, pero todavía no había sido admitida a la visión beatífica de Dios. Esperaba a papá, que estaba acabando de embellecerse; y Jesús nos reunió en un mismo abrazo el 15 de agosto.
Tomado del libro " Despúes de la Muerte " Angel Valadéz Jiménez .
del facebook de gaby ledezma "el devoto del purgatorio" 22 de nov 2016

¡Sacerdote Platicó con Jesucristo despues de Morir! (Testimonio Impactan...

lunes, 17 de octubre de 2016

bautismos validos en otras iglesias

httQp://www.QQvicariadepastoral.org.mx/cardenal/directorio_sacramentos/apendice.pdf

vestiduras sacerdotales

hQttp://QQQtallereseclesiasticosbelen.com/category/catalogo/casullas/casullas-brocadas-con-escapulario-y-ribete/

domingo, 9 de octubre de 2016

Testimonio Raniero Cantalamessa

Padre Raniero Cantalamessa OFMCap Testimonio personal
Mi historia personal con el Señor empezó muy temprano. Fui bautizado a los pocos días después de mi nacimiento; pero esto no era todavía un encuentro personal. Mi primer encuentro personal fue a los trece años. Yo estaba en un Colegio de Capuchinos. No sabía todavía lo que iba a hacer en mi vida, cuando tuvimos un primer retiro y escuché por primera vez las grandes verdades de nuestra fe: el amor de Dios, la vida eterna, el infierno ... Recuerdo muy bien la impresión que me dio la meditación sobre el infierno; me hizo entender que la vida es algo muy serio, una aventura muy seria. Y escuchando estas verdades, exponiéndome por primera vez a la luz del Evangelio, percibí inmediatamente mi vocación, me sentí llamado por el Señor a hacerme sacerdote franciscano. El ser franciscano era secundario en aquel momento; lo que era primordial era que yo dedicaba mi vida al Señor Jesús.
Empecé mi formación que duró muchos años. Estudié, fui ordenado sacerdote en Loreto, que es un lugar donde hay un Santuario de la Virgen muy importante. Fue ordenado sacerdote en 1.958, hace muchos años, algunos de vosotros todavía no habíais nacido. Después los superiores me enviaron a Suiza a estudiar Teología y me doctoré en Teología estudiando a los Padres de la Iglesia. Después me enviaron a la Universidad Católica de Milán para profundizar en el conocimiento de las lenguas clásicas, latín y griego, para estudiar mejor los Padres de la Iglesia y la Escritura.
Cuando terminé mis estudios de filología clásica, me invitaron a quedarme a la Universidad. El Rector de entonces era un santo. Ahora está en proceso su beatificación. Él fue un precioso laico para la Iglesia de Italia. El me invitó a ser su ayudante y después de dos años se instituyó una cátedra para mí que era la cátedra de Historia de los Orígenes del Cristianismo. Se estudia en esta cátedra el Nuevo Testamento y los primeros siglos de la Iglesia, un precioso campo.
Llevaba allí enseñando varios años y predicaba los domingos algunas homilías, pero nada más. Mi papel era sobre todo la búsqueda científica. Estaba contento y mis superiores decían que estaban muy orgullosos de tener un miembro de su orden en la Universidad Católica. Es una importante Universidad que en aquel tiempo; tenía unos veintidós o veintitrés mil estudiantes.
En 1.975, una señora a quien yo acompañaba en su camino espiritual, regresó de un Retiro de fin de semana en una casa de Milán y me dijo: “He encontrado un grupo de personas extrañas que oran de una manera nueva, que levantan las manos y se habla incluso de milagros que ocurren entre ellos”. Y yo como un buen director espiritual muy prudente le dije: “Tu no irás más a estos Retiros”. Eran los primeros grupos de oración de la Renovación Carismática que llegaban a Italia. Esta señora obedeció, pero me invitaba a acudir a algunos encuentros de la R.C. para ver ... Una vez me llevó a Roma a un Encuentro. Yo estaba allí como observador. Había cosas que no podía aceptar, por ejemplo: abrazarse, besarse ... Yo expongo mis dificultades porque sé que hay muchos que hoy encuentran las mismas dificultades, sobre todo entre el clero. Entonces me pidieron que confesase. Y escuchando estas confesiones fue mi primer impacto con la gracia. No simplemente las manifestaciones, sino la gracia interior de la Renovación Carismática. Porque había un arrepentimiento que yo raramente había encontrado y se trataba de laicos, de gente muy normal. Me parecía que los pecados caían como piedras de su alma. Había una liberación, una gracia, lágrimas... Yo estaba asustado y me decía a mi mismo: “ No puedes negar que aquí está la gracia de Dios. Éste es el Espíritu que obra, porque solamente Él puede dar una idea, un conocimiento tan claro del pecado, un arrepentimiento tan grande”. Pero todavía estaba en una posición de juez. Juzgaba lo que me parecía bueno, lo que no me parecía bueno. Y los animadores de entonces, los líderes, decían a los hermanos : no vayáis a ese sacerdote porque él es un enemigo de la Renovación Carismática.
Tengo que decir otra cosa. Para mucha gente el primer impacto con la R.C. se manifiesta en lágrimas, para mi fue en una sonrisa. Yo tuve mucha dificultad en reprimir mi risa, pero sentía que era un reír santo, diferente. Era como si Dios me sacudiera, para sacudir el hombre viejo y hacerme salir de mi seguridad, de mi orgullo. Y está fue la primera ofrenda de liberación que el Señor me daba.
Di un curso en la Universidad en aquel momento sobre los movimientos carismáticos proféticos de la primera Iglesia, para intentar comprender algo de esta nueva manifestación en la Iglesia. No me ayudó mucho esta búsqueda científica, pero me sirvió porque me mantuvo en contacto con la R.C.. Ellos me conocían, incluso me invitaban a dar algunas enseñanzas; y yo estaba ahí, atraído, fascinado por lo que veía. Yo me decía a mi mismo: “Esto es lo que pasaba en las primeras comunidades cristianas, tú lo sabes, tú estudias esto y sabes que esto es precisamente lo que pasaba en aquellas primeras comunidades: carismas, profecías, laicos tomando su papel en la vida de la Iglesia, no callando siempre, no sólo hablando el sacerdote...”
Algunas objeciones, que yo ponía, fueron encontrando su respuesta. Por ejemplo, para mí era una dificultad ver que si aquello era del Espíritu de Dios porque había algunas cosas que eran claramente carnales y humanas. El Señor me hizo comprender que el don de Dios está siempre mediado por los hombres, la debilidad humana. El carisma de la autoridad en la Iglesia a veces no está ejercitado de manera perfecta porque existe la ambición, el poder y a nadie se le ocurre abolir la autoridad. Lo mismo tenemos que decir de otros carismas : no están empleados de manera angélica pero es la manera de Dios de obrar con medios humildes, pobres y defectuosos.
En 1.977 una mujer -notad que hay siempre una mujer como mediadora; y éste es un don de la mujer, ser una ayuda; el hombre debe ser una ayuda también- , una mujer ofreció cuatro boletos con todo incluido para ir a América a un Encuentro Carismático Ecuménico que tendría lugar en Kansas City en los Estados Unidos. Uno de estos boletos se le ofreció a un profesor de teología que después fue nombrado arzobispo de Turín y fue cardenal, ahora jubilado. Pero en el último momento su madre enfermó y no pudo ir. Este boleto llego a mí. Yo me decía: “Será una experiencia más”. Yo tenía que ir a los EE.UU. para aprender inglés y me decía: “En una semana todo habrá acabado y yo iré a mi comunidad capuchina”.
Me fui a este Encuentro. Había 40.000 personas. La mitad católicos y la otra mitad de otras confesiones cristianas, muchos pentecostales, anglicanos y toda clase de confesión cristiana. Y allí yo seguía en esta posición de observador que está interesado con algunas manifestaciones, como la manera de proclamar la Palabra de Dios con tanta unción, pero rechazaba otras expresiones que no entraban en mi esquema mental.
Por la mañana cada Iglesia se reunía por su cuenta y por la tarde nos reuníamos todos juntos en un estadio escuchando, cantando ... Hubo una escena que siempre me quedará grabada en la memoria. Una tarde, un líder de la R.C. muy conocido, tomó el micrófono y empezó a hablar de una manera nueva para mí. Él dijo: “Llorad y haced lamento porque el cuerpo de mi Hijo está destrozado. Vosotros, los obispos, llorad y haced lamento porque el cuerpo de mi Hijo está destrozado, vosotros los sacerdotes, los pastores, los laicos...” .
Mientras él hablaba yo empecé a ver la gente que caía a mi alrededor hasta que todo el estadio era una inmensa muchedumbre de gente llorando de arrepentimiento por la división, la discordia entre los cristianos. Y todo esto pasaba y había un gran letrero sobre el cielo, un letrero electrónico que decía: Jesus is Lord -Jesús es Señor-. Me pareció una profecía: La Iglesia, reunida en un lugar, formando un solo cuerpo, todos de rodillas lloramos, pidiendo perdón al Señor bajo el señorío de Cristo. Fue allí cuando concebí este libro, “La vida en el señorío de Cristo” que ahora se titula de forma más sencilla “La vida en Cristo”, porque era el descubrimiento del Señorío de Cristo, de Jesús, el Señor. Era muy extraño porque yo como profesor había estudiado este título: Kirios, Señor. Conocía su importancia; pero me parecía algo nuevo porque para mi el descubrimiento del señorío de Cristo es el alma de la R.C., su fruto más profundo. La experiencia del Espíritu viene sobre los que proclaman a Jesús Señor. Tengo que decirlo con gran vergüenza: no estaba todavía convencido. No era mala fe, sino que, como sacerdote, como hombre de estudio, me sentía obligado a discernir y ser prudente, tal vez demasiado prudente.
Había un canto que se cantaba allí que era la historia de Jericó que cae al son de las trompetas. Esta canción cuenta la historia y había un estribillo que repetía: “Jericó debe caer”. Cuando se cantaba este estribillo, imaginad éramos 40.000 personas, mis compañeros italianos me daban codazos y me decían: escucha bien porque Jericó eres tú. Y Jericó cayó. No inmediatamente, no tan fácilmente.
Me invitaron a un Retiro en New Jersey y tengo que comentar la importancia de no criticar a los sacerdotes que tienen dificultades en aceptar la Renovación, sino amarles. Fue el amor que yo encontré en mis hermanos, sobre todo en un joven sacerdote irlandés que trabaja en América, su paciencia, sus cuidados y atenciones. Esto preparó el terreno para mi experiencia. Me fui a esta casa de Retiro, pensando en quedarme allí un día y después irme a mi comunidad capuchina en Washington. Me dijeron quédate aquí. Y empezó una lucha en mí. Yo me decía: “Esta no es una casa de perdición, es una casa de Retiro, si me quedo no me puede hacer mal.. Entonces, ¡me quedo Señor!; te doy esta última posibilidad de convencerme, de hablarme”.
Empecé aquella semana que concluía con el bautismo en el Espíritu. Insisto, compartir mis dificultades puede ayudar a otros. Había todavía en mí una resistencia. Yo me decía: “Soy ya bautizado, sacerdote, religioso. Yo soy hijo de San Francisco de Asís. Tengo a S. Francisco como mi padre. ¿Que más necesito?. ¿Que pueden darme estos hermanos laicos?”. Era una objeción de la carne, del hombre viejo, evidentemente. Y continuaba retumbando en mí esta frase: “Yo soy ya hijo de S. Francisco de Asís, tengo ya una hermosa espiritualidad”. Y mientras yo pensaba esto, una mujer -siempre una mujer- abrió la Biblia y, sin saber nada, empezó a leer. Era el pasaje donde Juan Bautista dice a los fariseos: “No digáis en vuestros corazones: tenemos a Abraham como nuestro padre”. Yo entendí que el Señor me hablaba a mi. Y ésta es la manera del Señor de hablar a través de la Escritura. Estaba claro que el Señor contestaba a mi objeción. Me levanté, no hablaba todavía inglés, hablaba en italiano, pero extrañamente todos parecían entenderme y dije: “Señor, no diré ya más que soy hijo de S. Francisco de Asís porque me doy cuenta de que no lo soy. Te pido a Ti que hagas de mí un hijo verdadero de S. Francisco de Asís y si para eso es necesario someterme al bautismo en el Espíritu, acepto”.
Empecé a prepararme para recibir el Bautismo en el Espíritu. Esta fue la ocasión para mí, como teólogo, de preguntarme qué es este signo del bautismo en el Espíritu de la R.C. . Y lo que percibí en un primer momento es lo siguiente: es una manera de decir a Dios este “si, acepto”, que otros dijeron por mí en mi bautismo. En mi bautismo, la iglesia peguntó: ¿crees en Dios?. Y otras personas -que fueron mis padres- contestaron: si, creo. ¿Aceptas a Jesús como Señor?. Y me di cuenta que ahora había llegado el momento de decir yo en primera persona a Jesús: sí, acepto a Jesús como Señor. También era la ocasión para renovar mi profesión religiosa, mi ordenación sacerdotal, renovar todo por el Espíritu Santo. Después tuve la ocasión de reflexionar sobre el Bautismo en el Espíritu, también he escrito algo en mis libros. Para mí es una gracia de renovación de todo el rito de la iniciación cristiana, el bautismo, la confirmación. Pero es también una gracia extraordinaria que no se puede explicar con las categorías que ya conocemos. Es una gracia, es una respuesta a la plegaria del Papa Juan XXIII que pidió a Dios un nuevo Pentecostés para la Iglesia Católica. El Señor ha contestado y esta gracia es una gracia especial de un Pentecostés renovado para la Iglesia del final del II Milenio y tal vez de todo el III Milenio. Es una gracia especial y esto explica por qué esta gracia del Bautismo en el Espíritu, de un nuevo Pentecostés, no es sólo conocida por nosotros los católicos; también los protestantes la conocieron antes que nosotros y para ellos también es una gracia especial.
La última impresión que recuerdo, en la vigilia de mi bautismo, es que paseaba por el parque y el Señor me habló con una imagen, como muy a menudo el Señor hace. Es una imagen que se forma en mi interior y que es una palabra. Imágenes que son palabras que se graban a fuego en el alma. Es una manera de Dios de comunicarse con sus criaturas. Yo me veía como un cochero que estaba sobre un coche y tenía las riendas del coche. Intenté guiar y decidir si ir rápido o despacio, a derecha o izquierda. Entonces me pareció que el Señor Jesús subía a mi lado y muy amablemente me decía: ¿Quieres darme las riendas de tu vida?. Hubo un momento de pánico porque me di cuenta que esto significaba que si yo daba las riendas de mi vida al Señor, a partir de ese momento yo ya no volvía a ser más el señor de mi vida, el dueño de mi vida. Él sería el Dueño de mi vida. Por gracia de Dios, en momentos como éste se descubre qué es la gracia de Dios. Se descubre lo que dice San Pablo que todo es gracia, que por la gracia somos salvados. Por la gracia de Dios encontré en mi corazón un sí, Señor, toma las riendas de mi vida porque yo me doy cuenta de que no puedo ni siquiera decidir sobre mi vida; mañana podría estar muerto; entonces ... toma Tú, Señor, las riendas de mi vida. Ahora tengo que hacer en voz baja una pequeña confesión pública : muy a menudo, de muchas maneras, he intentado retomar las riendas de mi vida y esto son las debilidades humanas; pero cada vez, el Señor me hace comprender que una vez que se le han dado las riendas no se pueden volver a tomar.
Llegó el momento de esta oración del Bautismo en el Espíritu y había muchas profecías y todas eran sobre un ministerio que era la proclamación del Evangelio. Un hermano -este sacerdote irlandés- decía: “Tu encontrarás un nuevo gozo en tu vida en proclamar MI Palabra”. Ya he dicho que hasta ese momento yo no era un predicador y no sabía qué significaba esta palabra. Se hablaba de Pablo que iba a Antioquia y anunciaba el Evangelio a todas las naciones. Hubo un momento en que me dijeron, ahora elige a Jesús como el Señor de toda tu vida. En ese momento levanté mis ojos y encontré el crucifijo que estaba por encima del altar y otra imagen, otra voz interior: “Yo soy el Señor que estás eligiendo. Yo, el Crucificado”. Esto me ayudó enormemente porque me hizo entender que la Renovación Carismática no es simplemente algo emocional, esa alegría, levantar los brazos... Sí, ésos son signos exteriores de una alegría nueva. Pero lo esencial es que, en la R.C., el Espíritu Santo te lleva al corazón del Evangelio que es la cruz de Jesús; de allí brota el Espíritu como la sangre y el agua.

No hubo emociones particulares durante mi Bautismo en el Espíritu; pero sí la certeza de que algo estaba sucediendo. El día después me fui al aeropuerto para irme a Washington y, en el coche, el sacerdote que me acompañaba me dijo: “ahora escucha bien porque yo pongo una cinta en el cassette y la primera canción es una profecía para ti”. Era un canto que decía: “Que bellos son los pies de los que anuncian el Evangelio”. Ahora, por donde voy en Italia, me cantan este canto porque saben que es mi canción.
Me fui en el avión y sentía que algo había pasado. Y abriendo el Breviario me parecía que los salmos eran nuevos, me hablaban, parecían escritos especialmente para mí ... Y me di cuenta que esto es uno de los primeros signos del obrar del Espíritu Santo: la Escritura se vuelve Palabra viva de Dios.
No podemos descuidar este don magnífico para la Iglesia. La Iglesia en el Concilio ha hablado de la importancia de la Escritura en la Constitución Dei Verbum. Pero la realidad es que los cristianos, los laicos que nunca habían tenido una Biblia, ahora no pueden separarse de su Biblia. Yo he conocido muchos casos conmovedores de la Biblia que habla directamente, ilumina, da fuerza a los cristianos más sencillos.
En una misión en Australia encontré un obrero, un emigrante italiano que estaba allí y que el último día de la misión vino y me dijo: Padre, yo tengo un gran problema en mi familia, tengo un muchacho de once años que no está todavía bautizado. El problema es que mi mujer se ha vuelto Testigo de Jehová y no quiere escuchar hablar del bautismo. Si lo bautizo, habrá una tragedia en mi familia; si no lo bautizo, no estoy tranquilo porque cuando nos casamos éramos los dos católicos. Yo le dije: déjame esta noche para reflexionar y mañana hablamos y vemos qué podemos hacer. A la mañana siguiente este hombre viene hacia mi muy contento y me dice: Padre, yo ya he hallado la respuesta. Me alegré mucho porque yo todavía no lo veía nada claro. Me dice: Ayer por la tarde, regresé a mi casa y me puse a orar y abrí la Biblia y me vino la página donde Abraham lleva a su hijo Isaac a la inmolación y leyendo me he dado cuenta que cuando Abraham llevó a su hijo Isaac a la inmolación no dijo nada a su mujer. Era una respuesta incluso exegéticamente perfecta. Porque es verdad, los rabinos cuando comentan este pasaje hacen notar que Abraham se calló, no dijo nada temiendo que su mujer le impidiera obedecer a Dios y yo mismo bauticé a este muchacho y fue una gran fiesta para todos.
Conocí en Italia a una viuda que había perdido a su marido muy joven. Tenía tres hijos. Era un matrimonio muy unido y ésta era una prueba terrible. Lo que le ayudó e incluso hizo de esta mujer una evangelizadora, fue la Palabra de Dios, la Biblia. Ella tiene una sensibilidad, un sentido de la Escritura que a mí mismo me asombra. Las primeras semanas sin su marido ella decía que ponía la Biblia a su lado en la cama porque la Biblia se había vuelto su compañero vivo, Dios le hablaba.
Los tres meses que pasé en Washington después de mi bautismo fueron mi luna de miel con el Señor. También nosotros los sacerdotes tenemos nuestra luna de miel. Mi luna de miel duró tres meses. Pero yo siento que la luna de miel -de los casados- no suele durar mucho más. Regresé a Italia y la gente de la Renovación que me había conocido estaba maravillada. Una mujer decía: “Hemos enviado a América a Saulo y ellos nos han devuelto a Pablo”.
Empecé a participar en un grupo de oración en Milán y después de algunos meses ocurrió algo que cambió mi vida. Yo estaba en mi celda orando. No penséis que soy un gran hombre de oración. Deseo, deseo orar. Y a veces incluso me quejé un poco con el Señor diciéndole: “Señor, tu me envías por todo el mundo a hablar de la oración, incluso de la oración trinitaria, ¿por qué no me das una gracia de oración un poco más fuerte, porque mi oración es tan débil, Señor?. Me avergüenzo de hablar a los demás de oración. Y el Señor me contestó de esta manera tan simple: “Raniero, ¿cuáles son las cosas de las que se habla con más pasión y entusiasmo, las que se desean o las que se poseen?. Yo contesté: “Las que se desean, Señor”. “Bien -me contestó el Señor- sigue deseando y hablando de la oración”. Por eso, cuando hablo, siempre me siento discípulo y no maestro. Siempre recuerdo un dicho de los Padres del desierto que decía: “Si tienes que hablar a los demás de algo que tú no vives, algo que no has alcanzado todavía con tu vida, habla; pero haciéndote el más pequeño de todos tus oyentes; habla como discípulo, no como maestro”. Y yo trato de hacer mío este consejo.
Pues lo que pasó en aquel momento de oración fue esto. Tuve de nuevo una imagen interior. Aparentemente nada extraordinario, pero interiormente muy extraordinario. Tan extraordinario que cambió mi vida. Era como si el Señor Jesús pasara delante de mí ... Y no sé por qué, pero reconocía que era Jesús como cuando regresaba del Jordán después de su bautismo y estaba a punto de empezar a proclamar el Reino de Dios; y pasando delante de mí, me decía: “si quieres ayudarme a proclamar el Reino de Dios, déjalo todo y sígueme”. Yo entendí inmediatamente que el Señor quería decir: “deja tu enseñanza, tu cátedra universitaria...”. Yo era incluso director de un departamento de esta Universidad, el departamento de Ciencias Religiosas. “Déjalo todo y vuélvete un simple predicador itinerante de la Palabra de Dios al estilo de tu padre Francisco de Asís”. Yo tuve miedo de no estar lo bastante decidido, porque el Señor invitaba pero parecía tener prisa. No se paraba, era como quien tiene mucho qué hacer. Y de nuevo esta experiencia de la gracia de Dios, al final de la oración encontré en mi corazón un “sí” lleno. “Señor, ¡lo dejo todo!”. La Universidad había instituido esta cátedra especialmente para mí y el Rector de la Universidad era mi maestro, mi amigo. En mi corazón había un “sí, Señor, aquí estoy”.
Me fui a mi superior a Roma pidiendo el permiso para cambiar mi vida. Dejar la Universidad y ser un predicador a tiempo completo. El Superior General era un hombre que murió el pasado mes de Febrero a la edad de 91 años, un santo, un hombre de oración. Tuve la gracia de orar con él las últimas horas de su vida. De San Francisco se decía que no era un hombre que oraba era un hombre hecho oración. Y así era también mi superior.
Este superior a quien yo ya había manifestado mi experiencia del Bautismo en el Espíritu, como buen superior prudente, me dijo: “Esperemos un año y después decidiremos”. Ésta fue la ocasión para mí de descubrir la gracia de la obediencia. Yo había tenido una inspiración clara del Señor que me pedía dedicarme a predicar. Pero ahora tenía que someter mi inspiración personal a la autoridad de mi superior, incluso cuando me decía “esperamos”. Aquí yo concebí un pequeño libro titulado “Obediencia”. Puede ser útil porque, a veces, la gente en la R.C. tiene una inspiración del Señor, se sienten llamados a hacer algo y piensan que esto es suficiente y sin pedir ningún permiso, ni al obispo, o al superior... se lanzan a llevarlo a cabo y nadie puede pararlos. Esto no es bueno, porque siempre la inspiración interior del Espíritu tiene que someterse al discernimiento objetivo de la Iglesia. El Espíritu que te habla personalmente te habla también a través de la obediencia a la autoridad que puede ser: el obispo, el superior, el párroco, el director espiritual... puede ser de diferentes clases. Éste es un criterio muy importante : no podemos actuar simplemente bajo la inspiración personal porque nunca sabremos si hemos acertado o nos hemos equivocado. Si yo hubiera dejado la Universidad simplemente bajo esta inspiración personal, nunca habría sabido si era verdaderamente la voluntad de Dios. La obediencia salvó mi vocación.
Después de un año, no estaba para mí tan claro. ¿Qué voy a hacer ahora?. Yo había pasado toda mi vida en el estudio, en la búsqueda. ¿Qué voy a hacer?. Había un cierto temor. Volví entonces al superior y él con mucha decisión me dijo: “Es la voluntad de Dios. Dirán que estamos locos los dos, tu y yo; pero después de diez años tal vez entenderán”.
El Señor me hizo un descuento. No esperó diez años, fueron menos.
Me fui, hice un Retiro en una pequeña casa de capuchinos en Suiza para prepararme. Éste fue el momento en el que el Señor me habló, sobre todo a través de Pablo, en la carta a los Filipenses, cuando Pablo habla de lo que era antes : circuncidado, de la tribu de Benjamín, fariseo, irreprensible, un hombre perfecto, podía incluso ser canonizado... pero todo lo que yo consideraba una ganancia lo considero una pérdida a partir del momento cuando conocí a Jesús como Señor, y he dejado de lado todo para encontrar esta justicia que viene de la fe en Cristo y todo esto para conocerle a Él y el poder de su resurrección y la participación en sus sufrimientos.
Pero lo que me impresionó más fue precisamente la palabra más pequeña de esta frase Él. Porque cuando Pablo dice -a fin de conocerle a Él-. El pronombre personal en este momento me parecía contener más verdad sobre Jesús que todos los libros que yo había leído o escrito. Porque cuando Pablo dice Él, entiende el Jesús vivo, el Jesús en carne y hueso; no una teoría sobre Jesús o una idea abstracta. Ésta es la diferencia. Conocer a Jesús como Señor significa conocerlo como el Viviente, el que ha resucitado. No un personaje del pasado ... ¡ Él !, a fin de conocerle ¡a Él!.
Yo llevaba un mes en esta casa de retiro y me llegó una llamada de teléfono. Era mi superior general que me decía: “El Santo Padre te ha nombrado predicador de la Casa Pontificia; ¿tienes objeciones serias para renunciar?”. Yo intenté buscar objeciones serias. Pero, aparte del miedo, no encontré objeciones serias. Entonces le dije: “Padre, si esta es la voluntad de Dios, acepto ir”. Tuve que prepararme deprisa porque en un mes tenía que empezar a predicar mi primera Cuaresma al Papa. Y voy a decirles algo de este ministerio. No para hablar de mí mismo sino para hacerles conocer algo del Santo Padre. Algo que nos revela cosas muy edificantes del Papa.
Existe este ministerio que está otorgado a la orden capuchina que se llama el predicador de la Casa Pontificia y esto consiste en que cada viernes por la mañana, en Advierto y Cuaresma, un fraile tiene que dar una meditación al Papa, a sus secretarios, cardenales, obispos de la Curia Romana y los superiores generales de las órdenes religiosas. Son entre 60 y 100 personas. Yo empecé este ministerio y después de 23 años todavía continúo. ¡Veis la paciencia heroica del Papa!. El lleva escuchándome veintitrés años. Fue una gracia del Señor. Me di cuenta que era una providencia para hacer resonar en el corazón mismo de la Iglesia, en esos momentos de gran recogimiento, hacer resonar la gracia del Espíritu que circula en la base de la Iglesia. Y, precisamente, unas de las primeras meditaciones fue sobre el Bautismo en el Espíritu. Hablé con mucha fuerza de que ésta es una gracia para toda la Iglesia. De como es una manera de hacer del cristianismo algo vivo, de renovar la autoridad, la predicación, la liturgia, cada aspecto de la Iglesia. Y me di cuenta de que hablé de una manera muy atrevida. Incluso dije: “ No tenemos que decir de los laicos, ¿qué pueden darnos a nosotros los sacerdotes y a los obispos, estos laicos?. Nosotros hemos recibido la plenitud del Espíritu”. Así les hablé en aquel momento. Porque el Señor puede contestarnos: “Yo también recibí la plenitud del Espíritu en el momento de mi encarnación en María y a pesar de esto me fui al Jordán y pedí a Juan el Bautista, que era un simple laico, ser bautizado”. Después de la charla yo siempre me encuentro con el Papa en una salita contigua. Y yendo a encontrar al Papa, un cardenal me dijo: “hoy en esta sala hemos escuchado al Espíritu Santo que nos ha hablado”. Y se fue.
El Papa no falta nunca, nunca. El me edifica a mí. Pensad : el maestro de toda la Iglesia que encuentra cada mañana, a las nueve, tiempo de escuchar la meditación de un sacerdote, el último sacerdote de la Iglesia Católica.
A veces, saliendo de la predicación encuentro Jefes de Estado que están esperando para ser recibidos por el Papa y él está allí escuchando a un pobre fraile. Un año -creo que era 1.986- faltó dos viernes porque estaba de viaje en América Central y cuando vino, se dirigió derecho hacia mí, pidiendo perdón por haber faltado a dos charlas. A veces yo digo a mis hermanos los laicos: ¿habéis ido a pedir perdón alguna vez a vuestro párroco por haber faltado a la homilía del domingo?.
Recuerdo otra pequeña anécdota. Una vez al año, en viernes santo, la homilía se tiene en la Basílica de San Pedro. Es la única ocasión en la que el Papa preside la liturgia, pero no habla. Se sienta y el predicador de la Casa Pontificia tiene que subir al altar papal y dar su homilía. Y allí está toda la Iglesia, todos los cardenales... Es un momento de gran solemnidad. Me di cuenta inmediatamente que tenía que hablar muy despacio porque el sonido en la Basílica retumbaba. Pero hablando despacio tardé diez minutos más de lo previsto en el programa. Y el responsable del horario del Papa -entonces era un obispo, después fue cardenal; ahora ya ha muerto- estaba muy nervioso y a menudo miraba su reloj, porque el Papa después tenía que presidir un Vía Crucis en el Coliseo. Yo no lo veía. Pero este obispo contó a algunas hermanas al día siguiente que después de la liturgia el Papa lo llamó y le dijo: “Cuando un hombre nos habla en el nombre de Dios, no tenemos que mirar a nuestro reloj”.
Este ministerio de proclamar la Palabra de Dios, en la simplicidad de San Francisco y el poder del Espíritu Santo, me ha llevado por todo el mundo, por muchas naciones. Predicando retiros a los obispos. He predicado este año a todos los obispos de Irlanda. Tengo que predicar en Noviembre de este año 2.002 a todos los obispos de Polonia. También en Italia daré un Retiro de sacerdotes. A menudo es la Renovación Carismática la que organiza mis viajes y ofrece la posibilidad de Retiros para el Clero y junto a esto hay un fin de semana para la Renovación. Queridos hermanos, es un don que la R.C. hace a la Iglesia.
Hubo un Retiro en 1.995, con ocasión de los quinientos años de la evangelización de América Latina. Fue un largo Retiro en Monterrey (Méjico). Había 1.700 sacerdotes y 70 obispos de toda América Latina. Un obispo mexicano dijo: “Si la Renovación Carismática no hubiera hecho nada más que organizar estos Retiros para el Clero, habría ya sido suficiente para la Iglesia”. Muy a menudo, los sacerdotes son renovados en estos retiros. Hay una gracia especial; muchos sacerdotes que habían llegado al retiro invitados y a veces traídos por los laicos, antes de irse daban testimonio de que habían llegado decididos a abandonar el ministerio sacerdotal y ahora regresaban decididos a retomar con más entusiasmo. Era un momento de gran efusión del Espíritu. Yo estaba al lado del altar orando por los demás, y fue en esta ocasión cuando un joven sacerdote se acercó a mí, se arrodilló y muy decidido me dijo: bendígame padre, “quiero ser profeta de Dios”. Yo habría hablado en la homilía precisamente de esto: que el Señor necesita profetas entre los sacerdotes. Especialmente en América Latina, necesita profetas, es decir, personas que permitan a Dios hablar. Este es el profeta. El profeta es uno que se calla. “El profeta verdadero cuando habla se calla”, decía el judío Filón. Porque en este momento no es más el que habla. Había hablado entonces de la necesidad de profetas, y vino este joven diciendo, visiblemente inspirado, “quiero ser profeta de Dios”. Percibí que hablaba en serio. Fue una gran emoción para mí. Y ahora sigo sirviendo al Señor en esta manera, proclamando la gracia del Señor, como ahora. Os voy a decir una última palabra.
Cuando mi superior me permitió cambiar mi vida y empezaba a ser predicador a tiempo completo, en la Liturgia de las Horas -era un 10 de octubre- había un pasaje de Ageo, el profeta Ageo. En el pasaje, cuando después de haber reprochado a su pueblo de cuidar de su casa y no reconstruir el Templo, el pueblo se convierte, empieza a reconstruir el Templo de Dios, y Dios envía de nuevo al profeta Ageo, esta vez con un mensaje de consuelo. Dice ahora: “¡Ánimo, Zorobabel, id al trabajo porque estoy yo con vosotros! –oráculo del Señor-”. “¡Al trabajo, Josué, al trabajo pueblo entero del país porque estoy yo con vosotros! –dice el Señor-”
Después de leer este pasaje en la Liturgia de las Horas, me fui a la plaza de San Pedro. Quería orar un poco a San Pedro para bendecir mi ministerio nuevo. En la plaza de San Pedro no había nadie; era un día de octubre muy lluvioso. Como si la palabra de Dios se volviera viva, mirando hacia la ventana del Papa, empecé a gritar: ¡Ánimo, Juan Pablo II, al trabajo porque estoy yo con vosotros! Era muy fácil porque no había nadie alrededor.
Y después de tres meses, me encontré que estaba frente al Papa, y le dije lo que había hecho bajo su ventana. Y de nuevo proclamé este pasaje de Ageo, pero no como una cita, sino como una palabra viva, en este momento, para el corazón de la Iglesia. Entonces, mirando al Papa, que estaba al lado mío, empecé a decir: ¡Ánimo, Juan Pablo II!, a pesar de que Juan Pablo II es el hombre que tiene más ánimo de toda la humanidad, pero en el Nombre del Señor, ¡ánimo Juan Pablo II, ánimo Cardenales y Obispos de la Iglesia Católica, y al trabajo porque estoy yo con vosotros

Y siempre cuando el Señor me envía a alguna parte del mundo, repito este mensaje de nuevo como una palabra viva, no como un recuerdo de antaño. Entonces, ahora os digo a vosotros: ¡Ánimo, ánimo sacerdotes y laicos de la Renovación Carismática de España, de la Iglesia de España, y al trabajo porque estoy yo con vosotros! –dice el Señor-. ¡Amén!

sábado, 8 de octubre de 2016

viernes, 7 de octubre de 2016

Manifestaciones en medio de la oracion

¿Alguna vez has visto a alguien moviéndose mientras se está orando? ó ¿Temblando? ¿Sudando? A esto en el ministerio le llamamos ‘manifestaciones en la oración’. Hablemos un poco de esto en este artículo. 
Este miércoles en la noche un querido amigo mío me dice: Oye Miguel ¿Qué crees de una persona que siempre que estamos orando le tiembla una de sus manos? ¿Es eso algo demoníaco? A lo que le respondí con un rotundo NO. Obviamente siempre hay que discernir, pero no siempre una manifestación o algo fuera de lo común o que parezca fuera de contexto es causado por un demonio.

Esto lo comparo con que hay distintos voltajes y amperajes en la electricidad. Hace poco un hermano de comunidad me regaló un router para internet y cuando lo conecté no encendía. Por error mi amigo me lo había entregado con el adaptador equivocado, pero yo creía que estaba dañado o el router o el adaptador. Fui a una de estas tiendas especialistas en estos temas y al probar el router todo estaba bien, pero me dijeron que el adaptador para la corriente eléctrica era del voltaje correcto pero de menos amperaje y por ello nunca iba a funcionar bien. Necesitaba comprar un adaptador de mayor amperaje eléctrico para que recibiese la electricidad necesaria y funcionaría así a la perfección. Así lo hice y todo está bien.

Del mismo modo entiendo que ocurre con el Poder de Dios y nosotros. Su “voltaje” o “amperaje” por llamarle así es en ocasiones mayor a lo que la persona ‘corporalmente’ puede recibir. Ocurre lo contrario que con el router y el cable adaptador que yo tenía. En el caso anterior recibía menos pero en la oración muchas veces recibimos de más y entonces ocurren muchas más veces de lo que pensamos las manifestaciones que a veces se confunden con acciones demoníacas. No siempre es así.
Además hay que reconocer que no todos somos del mismo amperaje. Es decir tu y yo tenemos, por decirlo así, amperajes distintos. Así como un celular y una computadora tienen amperajes distintos. Si conectamos el celular con el cable de la computadora puede que el celular ‘manifieste’ de alguna manera que está recibiendo más ‘poder eléctrico’ del que es capaz de aceptar sin manifestarse. En fin, a lo que voy es que, en muchas ocasiones cuando alguien suda, tiembla o cae, en un momento de oración puede ser porque está recibiendo más de lo que su cuerpo en ese momento puede captar. 

Aquí quiero poner algunas de las manifestaciones que pueden ocurrir en un momento de oración:
– Caer o lo que algunos llaman ‘descanso en el Espíritu’.– Sudar, aunque el ambiente climático puede estar bien frío.– Temblor en alguna parte del cuerpo, como en las manos o pies o cuerpo entero.
– Ruborización o enrojecimiento, algunas personas de tez bien blanca les puede ocurrir esto.
– Llanto, lágrimas o gemidos.

Este listado anterior no es cerrado. No quiere decir que son las únicas manifestaciones. Son las más comunes, pero esto depende mucho del ambiente espiritual en el que estén sumergidas las personas. Tampoco quiero que se mal entienda que cuando esto ocurre es siempre producto de que Dios está actuando en alguien. Como decía antes siempre la comunidad debe discernir qué es lo que Dios está haciendo y que es lo que no está haciendo.No siempre es Dios, pero tampoco siempre es el diablo. Es más algunas personas hasta imitan lo que han experimentado en otro momento o lo que han visto en otros. En un caso así, cuando alguien está imitando la manifestación de otra persona o de otro momento, no está sucediendo ni una manifestación de Dios ni de un demonio, sino un deseo puramente carnal de llamar la atención.
También es bueno aclarar que para que Dios se manifieste no es necesario, ni temblar ni caer, ni nada por el estilo. La actitud debe ser ni cerrarse ni alarmarse ni adelantarse a Dios. Sólo seguirle. Hay personas que su amperaje o voltaje es tan amplio que ni cae, ni tiembla ni nada. 

Espero este breve artículo te sirva para estar más atento a lo que Dios puede hacer, ya sea en una asamblea de oración o cuando estamos orando sobre alguien. Oro para que tu intimidad con Dios crezca de tal forma que cuando veas algo fuera de lo común puedas notar cuando es Suyo o no. Un abrazo y comparte este escrito con todas las personas que entiendas le puede servir. Además si quieres puedes dejar aquí tu comentario.

del blog de miguel horacio

martes, 27 de septiembre de 2016

CÓMO OIR A DIOS EN SUEÑOS - LAURA HARRIS SMITH - SID ROTH (ES SOBRENATUR...

CÓMO OIR A DIOS EN SUEÑOS - LAURA HARRIS SMITH - SID ROTH (ES SOBRENATUR...

PERSONAS ESCOGIDAS PARA EL FIN DE LOS TIEMPOS - PAT SCHATZLINE - SID ROT...

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TE CONVIERTES EN LO QUE CONTEMPLAS

YOU BECOME WHAT YOU BEHOLD

TE CONVIERTES EN LO QUE CONTEMPLAS

2 CORINTIOS 3,18

Supernatural Baptism of Love | Leif Hetland | Sid Roth's It's Supernatural!

capitulos de sid

qhqttp://qqessobrenatural.com/tvepisodes

Leif Hetland 2 on It's Supernatural with Sid Roth - Dream Your Destiny

martes, 13 de septiembre de 2016

Promesas a quienes reciban la comunion en la boca

httQps://QQangelicapajares.wordpress.com/promesas-de-jesus-a-quien-no-reciba-la-comunion-en-la-mano/

BESOS DE AMOR A CRISTO Agustin Divino Corazon

BESOS DE AMOR
Hijos amados de mi agonizante Corazón, nadie me da un beso de amor en mi Divino Rostro. Divino Rostro abofeteado y maltratado por los pecados de los hombres. Divino Rostro cubierto de densos coágulos de mi sangre preciosa. Divino Rostro lastimado por la maldad de muchísimos de mis hijos.
Nadie me da un beso de amor a mi Divino Rostro, beso que repare el beso traidor de Judas.
Beso que repare la infidelidad de algunas almas consagradas a Mí.
Beso que repare la ignominia con que soy tratado por algunos de los que habitan dentro de mi casa.
Un beso de amor sana las heridas purulentas de vuestra alma.
Un beso de amor arranca de las garras de satanás a muchísimos pecadores.
Un beso de amor es un torrencial de gracia y de misericordia.
Un beso de amor es ungüento de alivio para mi Corazón desgarrado y cercenado por los pecados de mis hijos.
Un beso de amor purifica vuestros corazones, impregnándoos del aroma de mi fragante nardo.
Un beso de amor os lleva a recoger en el copón de oro de vuestros corazones mi sangre preciosa profanada, despilfarrada.
Un beso de amor hace que imprima en vuestros corazones mi Divino Rostro, mi Santa Faz. Divino Rostro que os lleve a condoleros del Mártir del Gólgota que se desangra en una cruz para la redención del género humano.
Agustin del divino corazon

sábado, 20 de agosto de 2016

Matilde Oliva Arias, vidente de Jesús de la Misericordia en Garagoa Colombia Infierno

Le besa los pies a Jesús, y los separó. ”No supe qué pasó, pero vi que un hueco inmenso se abrió bajo los pies del señor. No sé si viajamos a través de Él, pero pronto me vi en el infierno. Escuché, gritos, lamentos, había desesperación, aquel lugar era horrible. Sentí miedo, sentí morirme de pavor, y me dije, hay de mi señor donde estoy!!!! El señor me dijo: “no temas nada, nada te pasará, yo estoy contigo, observa bien”
Entonces vi una hornilla como la boca de un volcán. De ella salían llamas inmensas. Era como un fondo donde se cocina la caña para hacer miel. Como un lago de azufre hirviendo a borbollones, había ahí mucha gente que gritaba y pedía auxilio sin ser escuchados. Unos insultaban, otros estaban vestidos lujosamente, otros estaban sin ropa. Creo que estaban con la ropa que lo enterraron. Un hombre muy rico, con mantos y anillos en los dedos, y cadenas en el cuello, sacaba la mano y decía, sálvame por esto! y mostraba como un gajo de cebolla. Pero las llamas empezaban a consumir el gajo de cebolla hasta quemarle los dedos. Creo que fue algo que dio, pero sin amor, o lo único que regaló en su vida.
El tormento era cruel, no había paz, le pegunté al Señor, ¿este es el rechinar de dientes? Y me contestó “No, todavía no es. Es solo parte del sufrimiento, de los condenados”
Alrededor de la hornilla había demonios con las piernas cruzadas, todos tenían un trinche largo. Su aspecto era horrible, sus ojos rojos, boca malvada, sonrisa malévola, de un color casi negro como gris. Fumaban y fumaban algo que los hacía más rebeldes. Y bebían un líquido rojizo que los llenaba de soberbia.
De pronto todos se colocaron de pie en posición firme .Los condenados deseaban desaparecer. Se consumían en el lago de fuego, era una multitud incontable. El infierno se estremeció, todo tembló. Por una puerta entraba un demonio como de casi 2 metros de alto, más horribles que los otros demonios. Este tenía cuernos, garras, cola y alas como de murciélago. Los demás no tenían nada de eso. Gritó y zapateó, y todo volvió a temblar, pregunté quien era, y me dijo:” Es Satanás, Lucifer, rey del inferno. “Hasta los demás demonios le tenían miedo, a una orden dada por él, todos corrieron ante él con el trinche en la mano, en fila como un batallón de soldados. Les dijo algo que no alcancé a escuchar, pues tenía demasiado miedo. Y no le pregunté al Señor. Si el Señor no me hubiera sostenido en ese momento, yo hubiera muerto de terror.
El Señor me dijo: ”Acá no hay paz ni un segundo, acá no hay nada de amor, es el reino del odio. Aquí vienen todos aquellos que me despreciaron cuando estaban vivos, libre y voluntariamente, prefirieron el mal en lugar del bien. Ahora observa bien, pues para algunos comienza el rechinar de dientes, sufrimiento y muerte eterna, gusano que no muere y fuego que no se apaga. Porque el que no está conmigo, está muerto, esa es la verdadera muerte. No la que llaman ustedes muerte”.
Los demonios corrieron hacia la hornilla después de la orden de Satanás, y metían el trinche, sacaban a los condenados traspasados por los trinches. Se movían como culebras sin poder soltarse. Gritaban se contorsionaban. Les salía sangre, algunos fueron traspasados por la espalda, otros por las piernas, otros por la cabeza, agarraban los trinches queriendo salir. Pregunté al Señor: ¿por qué esas almas tienen sangre? Y me dijo: “Al infierno viene en cuerpo y alma, como al cielo van en cuerpo y alma. Estamos en el primer infierno, y ya fueron juzgados, aquí están todos los condenados desde la creación del mundo hasta el diluvio. Los demonios colocaron a los condenados como en una lámina de zinc, galvanizada y los agarraban a trinchazos entre dos o tres demonios. Luego como con un cortaúñas, un poco más largo, les desprendían pedazos de carne y poco a poco le arrancaban las uñas, los dedos, el pelo, los gritos eran desesperados, eran gritos que terminaban en lamentos…
Para que no gritaran, sacaron una especie de arma no vista en la tierra por mí. Se la metieron en la boca. Aquella arma se abrió como una mano, y al cerrarse le agarró la lengua, y le arrancaban, bien torciéndola o tirándola. Luego con un cuchillo bien afilado, le comenzaban a volver cecina, a destazar, volver pedazos como de vistel.
Los condenados no podían gritar, sus ojos parecían salirse de ellos. ! Y sus mandíbulas pegaban una con otra haciendo un rechinar de dientes horrible!!! Después de desprender la carne, trozaban los huesos y los volvía nada. Por último partían la cabeza, hasta quedar trizas, todo parecía nada en la lámina. Sangre, carne en trozos, huesos, aquello era horrible. Y en los huesos había gusanos.
Entonces dije al Señor, pobres personas!!! Pensé que no iban a morir, por fin murieron, aunque los pedazos de carnes se mueven. Él me dijo: “Aquí no existe la muerte fíjate bien”. Los demonios tomaron esa lamina y echaron los trozos de la persona sobre un hueco donde había llamas y fierros filosos, una especie como de molino para volver todo polvo. En la parte de abajo de ese hueco estaba otra vez el hueco de la hornilla.
Al caer ese polvo vi que las personas volvían a tener cuerpo y el que se dejaba agarrar por el trinche volvía a padecer lo mismo. Entonces pregunté al Señor: ¿Qué pasa, por qué tiene que volver a vivir? Él me dijo: “La muerte ya no existe, como los hombres la llaman. Aquí se padece la muerte eterna, que es la separación de DIOS.Y para llegar a este lugar de tormentos, cada uno llegó aquí libre. Ésa fue la elección de ellos. Yo ya no puedo hacer nada por ellos. Cuando podía me despreciaron y llegaron a este lugar no creado para los hombres, para los hombres fue creado el cielo. Este lugar fue creado para Satanás y sus ángeles.”
Me di cuenta que a mayor pecado, mayor el sufrimiento. Cada uno paga según sus deudas. Y cada uno tiene castigos diferentes, pero todos sufren terriblemente. Me di cuenta que con el órgano que pecan es con el que más sufren.
Según se hundían en el lago de fuego, aparecían en un lugar de arenas candentes, al rojo vivo. El calor era sofocante, no se podía respirar y gritaban, tengo sed!!!
Entonces un demonio se le subía a la nuca y le abría la boca, hasta desgarrarle los oídos. Otro demonio agarraba la arena caliente, para que la bebieran. Era tal el desespero que corrían sin control en la oscuridad iluminada únicamente por las arenas.
Chocaban con otros condenados y peleaban como perros callejeros. Al llegar al final había rocas con puertas, cada uno miraba solo una puerta, al abrirla había un hoyo, donde estaban los animales ponzoñosos y aquellos que más temían cuando estaban en la tierra. El Señor me dijo que eran castigos psicológicos. No pregunté qué era eso.
Oh pobres condenados!! Que desesperación, que pesadilla sin fin!!!
Cuando lograban salir de allí, se veían esos animales por el cuerpo y que salían por la boca y por todo lugar. Por lo único que podían correr, es por un desfiladero de piedras cortantes, se caían y se cortaban. Unos caían de frente y se cortaban todo, otros de espalda y al final había una planada, el que no lograba pararse rápidamente, una piedra redonda lo aplastaba como una cucaracha. Al lograr levantarse se botaban por un hueco que había, y caían a la hornilla del inicio, y todo volvía a repetirse.
El Señor me dijo: “¿Te diste cuenta que acá no hay descanso ni un segundo? Ahora te voy a mostrar otro lugar que está esperando a esta generación perversa y malvada. Le voy a mostrar quién sufre más y quiénes van por el camino al infierno”.
Vi entonces tres hornos más grandes que el primero y Satanás gritaba: Qué se haga el juicio, eh trabajado bastante para darle la bienvenida a mi reino, he inventado nuevos castigos, y tormentos. Que vengan aquí los que pudieron salvarse y no quisieron, que vengan a mí los que me sirvieron en la tierra.
Entonces vi unas mujeres, arrastradas con cadenas, llevaban cargas como mulas, eran golpeadas atrozmente y atormentadas. Les abrían sus vientres, las dejaban gritar, la despedazaban, les daban con unas cuerdas como de hierro, las insultaban, les mostraban sus hijos que ellas habían asesinado y se las amarraban a sus pechos. Ellas escuchaban el llanto y los gritos de sus hijos (por qué me mataste mamá!!!) al grito del niño, sus pechos se desgarraban y comenzaban a sangrar, sus oídos sangraban y todo aquello era horrible. Y pregunté al Señor: ¿Señor JESÚS quienes son esas mujeres y por qué sufren tanto? Me contestó: “Son todas aquellas que matan a sus hijos en el aborto, sufren porque hicieron de sus vientres tumbas, y el vientre es para dar vida. El pecado del aborto le es a mi Padre muy difícil de perdonar. No basta con confesarlo, sino hay verdadero arrepentimiento. Hay que hacer mucha oración y penitencia, pidiendo misericordia a DIOS Padre, como al hijo que asesinaron. Sus gritos y llantos estarán al frente del trono de DIOS y su sangre clamará desde la tierra al cielo”.
Y me dijo: “Ore, Ore, por ellas, porque algunas están vivas y pueden arrepentirse. Pues muchas van por el camino del infierno”.
Vi al lado de ellas hombres y mujeres que sufrían iguales tormentos que ellas. Y pregunté, ¿estos quienes son, y por qué sufren iguales tormentos? El Señor me dijo: “Son todos los cómplices del aborto, los que las ayudaron. Aquí pueden venir médicos, amigos, enfermeros, parientes, o alguna persona que escuchó que iban a abortar, y no les dijo “no lo hagas.”
Seguimos andando por ese ancho camino y vi hombres que venían cari bajos, con la lengua afuera, se la machacaban con piedras, les quemaban las manos y pies y se la atravesaban con punzones. Lo demonios descargaban toda su ira contra estos hombres. Vi como sufrían y pregunté ¿estos quiénes son y por qué sufren tanto? Y me dijo el Señor. ”Son los llamados a la más alta gloria de los cielos pero la han perdido. Se han vendido y me han vendido. Ellos son mis sacerdotes. Los pecados del sacerdote son doble pena para mí, por eso su castigo es doble. Son martirizados en la lengua porque han callado mi palabra y han sido perros silenciosos, tartamudean al hablar. Se han consumido en las pasiones y llenado de mosto, vino. Para ellos la maldición y el fuego.”
Vi mujeres y hombres al lado de ellos que sufrían grandes penas y pregunté ¿Quiénes son estos? Y me dijo:” Son los que han pecado con ellos. La mujer que hace caer a un sacerdote, más le valiera no haber nacido, porque es más maldita que Judas. Lo mismo el hombre que haga pecar a un sacerdote.”
Detrás de estas había una multitud que seguían ese camino y sufrían iguales tormentos. ¿Y estos quiénes son? Y me dijo: ”Son todos aquellos que se alejaron de mi y de mi iglesia por el pecado del sacerdote y no oraron por él. El sacerdote se hizo para salvar a los hombres. Si no lo hace, lo ayudan a condenar. Pues mi palabra dice, los guardianes de mi templo están ciegos, ninguno hace nada, son todos perros mudos incapaces de ladrar, vigilantes perezosos que les gusta dormir. Perros hambrientos que jamás se hartan. Y son ellos los pastores, pero no saben comprender, cada uno va por su camino. Cada uno busca su interés, vengan dicen, busquen vinos y emborrachémonos con los licores, no ayudan al inocente y hacen desaparecer a los hombres fieles (Isaias-56-9)”.
Vi detrás de estos, hombres y mujeres que sufrían iguales tormentos, y le dije ¿quiénes son? Y me dijo “Son todos los religiosos y religiosas. Ore, ore por ellos, para que me amen y logren salvarse. No hablen nunca mal de los míos. Es como si untara el dedo con chile y me lo metiera en el ojo. Solo ore, ore por ellos, y no me causes tormentos.”
Vi hombres y mujeres que llevaban vendados los ojos, detrás de ellos iban muchos encadenados. Los demonios los insultaban, los golpeaban, y los violaban. Su tormento era cruel, y pregunté ¿quiénes son esos? Y me dijo: “Son todos los brujos, hechiceros que se han dejado enceguecer por Satanás. A ellos les esperan los tormentos inmensos, porque vivieron más cerca de Satanás acá en la tierra, más que a mí. Y sufrirán más que nunca, por haber servido en el mal, libre y voluntariamente. Los encadenados son todos aquellos que los consultan, y todos aquellos que mandan a hacer un mal de brujería. Es preferible que mataran cara a cara, y no así. Pues escrito está, que mi Padre no salvará a esa raza, fuera de mi perros malditos, para ustedes no habrá fuego ni brazas para calentar el pan (Isaías 47- 12)”.
“Ore, ore, porque hay muchos que pueden arrepentirse. También la multitud que les siguen y sufren tormentos son los creyentes en horóscopos, invocadores de espíritus, toda persona que quiera saber el futuro, o consulte a uno de ellos, es merecedor del fuego eterno del infierno. Vi luego hombres y mujeres atados por cadenas en las manos, cada uno tiraba por su lado, se tiraban y se caían entre sí. Los demonios les decían, por su culpa sufre, dele más duro. Y pregunté ¿Quiénes son? Y me dijo: “Son todos mis matrimonios que no viven en paz. Son dos bestias atadas por la misma cuerda.” y pregunté ¿Por qué van al infierno? Y me dijo: “Besa mi mano” lo hice y me la colocó en los ojos. Y vi que en esos hogares había insultos, celos, peleas, y Satanás le gritaba a JESÚS: Mire, mire como tengo a sus matrimonios!! ¿Qué sacó con santificarlos en el sacramento? como la primera pareja me pertenecen, pero ahora haré que pierdan la gloria, no permitiré que oren ni que vayan a misa. Y se reía a carcajadas…Mientras JESÚS lloraba. “Oren, porque hay muchos que pueden arrepentirse y cambiar”.
Vi hombres y mujeres atados por los pies, y sufrían peor que los anteriores. Y pregunté ¿estos quiénes son? Y me dijo: “Son todos los que viven sin casarse, o han cometido adulterio o fornicación”. Y pregunté: ¿por qué van al infierno? Y me tocó los ojos y vi que JESÚS bendecía todas las uniones entre el hombre y la mujer cuando estaban íntimamente, como la primera pareja. Pero cuando no estaban casados, era Satanás el que dormía al lado de ellos. Golpeando al Señor JESÚS, le escupía la cara diciendo: mira tú criatura, el hombre convertido por mí en un animal. Aun peor que ella, ¿de qué le sirvió morir por ellos? yo destruiré tu sacramento que les permite unirse santamente. Pero yo haré de cada lecho un fuego infernal envuelto en pasiones aun no permitidas. Pues a mí si me escuchan, aunque yo no les ofrezco un reino de paz, sino de dolor…
Y JESÚS me dijo: ”Mi sufrimiento para ellos ha sido inútil, por eso van al infierno”. Y vi que unos de los castigos para ellos, es ver al hombre o mujer por el cual se condenaron en el pecho, y Satanás le daba un cuchillo filoso y ellos mismos se cortaban, y sacaban pedazos de carne hasta llegar al corazón. Diciendo, maldito, maldito, por tu culpa estoy aquí en este infierno. Te quiero sacar del pecho para siempre pero no puedo.
El Señor me dijo: “Ore, ore, porque algunos están vivos, y se pueden arrepentir.”
Vi hombres atados con hombres, y mujeres atadas con mujeres, atados por la cintura, que se balanceaban, como animales salvajes, arrastrando una presa. ¿Y estos quiénes son y por qué sufren? El Señor me dijo: “Son toda clase de homosexuales y lesbianas, que libre me rechazaron, y no fueron capaces de ser castos ofreciendo su vida”. Y vi como Satanás, se revolcaba en el lecho de estos pobres seres, dándoles más deseos sin llegar hacer saciados nunca. Y vi como los espíritus los atormentaban en sus partes con los que pecaron. Y vi que le atravesaban palos desde el ano hasta la boca, y le giraban.
Y pregunté ¿La presa? Y me contestó: “Son todos aquellos que se acostaron con ellos. Ore, porque aun hay vivos que pueden salvarse, al arrepentirse. La persona homosexual que ofrezca su castidad a mí, y viva sin hacer pecar a nadie, yo derramo mi infinita misericordia, porque los amo inmensamente.”
Toda relación, anal es condenada por el Señor, es contra la naturaleza. No podemos condenar a quienes practican la homosexualidad, si hacemos lo mismo.
Vi hombres y mujeres con caras de animales, y sufrían inmensamente. Y al lado de ellos, unos que llevaban como unas cintas y unas hojas o revistas donde habían mujeres y hombres desnudos. También sufrían y van al infierno. Y le pregunté al Señor: ¿quiénes son, y también van al infierno? Sí, van al infierno sino se arrepienten. Los primeros son todos los que han tenido, intimidad con los animales. Rebajándose al nivel de la bestia, y aun más que ella, porque si ella pensara, no lo haría. Y todo aquel que haga del sexo una obsesión a través de películas, revistas, chistes grotescos, prostitución, palabra de mal sentido, son dignos del fuego eterno, con todos sus tormentos, pues han aprendido a hablar la bajeza de Satanás y no a hablar y vivir la santidad y pureza de DIOS uno y trino.
Vi hombres y mujeres de diferentes edades, y caminaban como ciegos golpeándose con todo. Y un demonio estaba al pie de ellos, haciéndoles caer más y más. ¿Y estos quienes son Señor? Y me dijo: “Son todos los borrachos, alcohólicos van porque han destrozado el templo de Espíritu Santo, donde mora la trinidad santa, su propio cuerpo. Y han hecho daño a sus semejantes, a sus familias, olvidándose del primer mandamiento, amar a DIOS y al prójimo como a sí mismo. Estos no han aprendido ni siquiera a amarse.”
Y al lado de ellos, iban de diferentes edades reventados los labios, con humo en la nariz, ¿Y estos quiénes son?, pregunté, y me dijo:” Son todos los fumadores de toda clase de hierbas, droga, cigarros o vicio. Y van porque no han amado su propio cuerpo, y los que van con ellos, son todos los que ofrecen, o llevan a pecar. Yo les he dicho, que el que regala un vaso de agua, es digno de cielo eterno. Pero también quien ofrece, o hace pecar a alguien, es digno del fuego eterno. Ore, porque algunos pueden cambiar su vida, y librarse de este castigo”
Vi hombres y mujeres en minifalda, o con vestidos indecentes, y detrás de ellos, un gran número de hombres y mujeres. Y pregunté: ¿Por qué van al infierno, y por qué los atormentan? Me contesto: “La mujer que use minifalda va al infierno, por corromper al hombre seduciéndolo con su vestuario. Y lo mismo el hombre, van por dejarse seducir. Cuidado con el vestuario. La mujer no debe llevar pantalón y si lo lleva que no sea ajustado. Muchas parecen mulas con frenos. Los hombres no deben llevar el pantalón apretado, pero tampoco, aquellos que parecen faldas.”
Vi que iban hombres y mujeres de toda edad, hasta niños con las manos cortadas, algunos sin dedos. Y le pregunté ¿Quiénes son y van al infierno? Y me dijo: “Son todos los tramposos, los ladrones, los estafadores, los que no pagan sus deudas, los que solo se dedicaron al trabajo, los avarientos, los que en su corazón solo estaba el Dios dinero, los que nunca dieron una limosna al pobre, ni ayudaron al más pequeño de sus hermanos. Son todos aquellos que al final les tendré que decir, apártate de mi maldito, vaya al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles. Pues tuve hambre y no me dieron de comer, sed y no me dieron de beber. Fui forastero y no me alojaron, desnudo y no me vistieron, enfermo y en la cárcel y no me visitaron. Ore, ore por ellos, porque algunos están vivos y pueden cambiar su corazón de piedra (Mateo 25.)”.
Vi hombres y mujeres de todas las edades, que llevaban la lengua afuera, y un demonio, iba montado sobre sus hombros, metiéndole su lengua en la boca de ellos. Era una gran cantidad y le pregunté al Señor ¿Quiénes son Señor, y por qué traen ese demonio? Me dijo:” Son todos los chismosos, calumniadores, mentirosos, son todos aquellos incapaces de domar la lengua. Que hicieron mal, pues está cargada de veneno mortal, como escrito está en mi apóstol Santiago “Sepan domar su lengua” El demonio que llevan es el demonio del chisme, ore para que se conviertan, porque algunos están vivos, y no vengan a este lugar de castigo.”
Vi hombres y mujeres que de sus bocas salían sapos, y víboras. ¿Y estos quiénes son? Pregunté. “Son todos los que pudieron enseñar mi fe y mi doctrina y no lo hicieron. Pero si enseñaron cosas falsas basadas en teorías sin poderse comprobar. Son los maestros, escritores, catequistas, sacerdotes y padres de familia y todo el que pueda enseñar mi fe. Y toda persona que destruya la fe de mis pequeños niños. Yo les he escrito, hay del que enseñe otra palabra, hay del que escandalice a uno de estos pequeños, más le valiera amarrarse una piedra de moler al cuello y tirarse al mar. Ore, ore porque para ellos, el castigo es tremendo. Y no lleguen al lugar del castigo.”
Vi familias y padres e hijos golpeándose. De sus bocas salieron llamas de fuego. Y pregunté: ¿por qué vienen aquí y por qué los atormenta el demonio, y por qué sale fuego? Y me dijo: “Son los padres que no se hicieron amar y respetar con sus hijos, los insultaron. Son los hijos altaneros y groseros con sus padres.” Y pregunté: ¿Por qué van ellos ahí? Y me dijo: “Al final cuando cada uno se presente ante el justo juez, sino fueron buenos van a decir, maldito de mi por no haber respetado y amado a mis padres. Y por esa maldición va al infierno. O va a decir, maldito por no obedecer y seguir la fe católica. O al contrario, van a decir, maldito mis padres porque no me enseñaron a respetarlos y amarlos. Por esa maldición los padres van al infierno.
Al contrario los padres deben respetar y dar amor a sus hijos. Jamás con insultos. “Ore, ore, porque algunos pueden salvarse”
Vi que en esas casas, donde el padre y la madre, insulta a sus hijos, los demonios salen de sus bocas como gusanos o serpientes que se arrastran. Y poco a poco van y se meten al otro hijo, o al esposo que está lejos. Vi que la única manera para acabar esos demonios en esas casas, es rezar y especialmente el santo rosario.
Vi gente de toda clase y edades que votaban dinero al aire y alrededor de ellos, gente muriéndose de hambre. ¿Y estos quiénes son y por qué van al infierno? Y me dijo:” Son todos los que desperdician el dinero en lo que no sirve, son los que compran cosas innecesarias, son los que hacen fiestas para sus gustos, invitan únicamente a los que puede llevarles algo o lo invitan a otra fiestas. Son todos los que desperdiciaron comprando en demasiadas cosas y la dejan dañar en sus refrigeradores en vez de regalarlas. Y nunca hacen obras de misericordia, solo piensan en ellos mismos mientras alrededor del mundo se mueren de hambre. Ore, ore por ellos para que se conviertan, y no vayan al lugar del castigo”.
Vi jóvenes que llevaban aparatos en sus oídos, no pregunté que aparatos porque no los conozco, conectados a una radio, caminaban como sonámbulos. Por esos aparatos les entraban escorpiones, sapos y muerte. Y pregunté ¿Quiénes son? Y me dijo: “Son todos aquellos que escuchan música satánica, rock, la música metálica y se han convertido en adoradores del diablo que los llevan a su propia muerte y les hacen perder el sentido de la vida, son todos los que entran a culto satánico, discotecas u en sus casas se encierran escuchando a alto volumen esa maldita música, para ellos la vida no tiene sentido, ni estudiar ni nada. Se vuelven perezosos y rebeldes. Pobre juventud va a la perdición, ya no hay inocencia en los mayores de 4 años. La maldita televisión y la música los han pervertido, y su corazón enceguecido se van alejando de mí. Ore, ore, para que yo pueda rescatarlos, pues viajan como moscas al mortecino. Ore, ore para que abandonen todo, y no lleguen al lugar de castigo elegido por ellos”.
Vi hombres y mujeres de toda clase, que caminaban de espalda, y un demonio los arrastraba y al caminar, tropezaban con otros, y los hacían caer. Pregunté quiénes son, y me dijo: “Son todos aquellos que me iban siguiendo por el camino del cielo, pero las dificultades, los tropiezos, el desaliento, los problemas con los mismos grupos, los hicieron que me abandonaran, y hoy van camino al infierno, y se llevan a otros. A estos les es difícil volver a mí. Porque tiene un demonio que los detiene, este demonio al final los entregará a Satanás, y recibirá más orgullo por haber vencido a uno de los míos. Ore, ore por ellos, pues mi corazón se hiere continuamente, por estos nuevos Judas que no quieren sufrir por mí”.
Vi hombres y mujeres de diferentes edades y clases, golpeándose el pecho con un cuchillo, luchaban por quitar un espectro humano, desde los pechos hasta sus ingles .Al golpearse sus heridas sangraban mientras que un demonio les gritaba, tú has sufrido mucho por culpa de él , dele más duro, dele más duro, no le perdone no le perdone!!. Entonces pregunté: ¿Quiénes son Señor, y quienes son los que están en el pecho? El Señor me dijo: “Son todos aquellos que nunca han perdonado la falta de sus hermanos, guardan rencores, odio, resentimiento, rencillas, pensando que fueron los únicos que sufrieron. Las personas que llevan en el pecho, son sus supuestos enemigos. Y por eternidad de eternidades, lo tendrán en el pecho como castigo. Oren, oren, para que perdonen, como yo perdono, porque si no perdonan las faltas de sus hermanos, mi Padre tampoco les perdonara.”
Vi hombres y mujeres de todas las edades, sus manos sangraban, y ellos al mirarlas gritaban de terror. Y un demonio les cortaba con una espada, los pasaba por parte y parte, volviéndolos nada. Pregunté ¿Quiénes son Señor? Dijo: “Son todos los asesinos, los secuestradores, los atracadores, son todos aquellos que le han quitado la vida, a alguien, física psíquica, y espiritualmente. Son aquellos que pudiendo salvar una vida, no lo hicieron, su sangre clama, desde la tierra al cielo. La vida yo la doy y la quito cuando quiero, nadie fuera de DIOS puede quitar la vida, ni a un niño, ni aun anciano, ni aun un enfermo, solo DIOS dispone de ellos. Quien lo hace le esperan los más grandes castigos y tormentos, en el lago de azufre donde el gusano no muere y el fuego no se apaga. Ore, ore, porque hay muchos que están vivos y pueden arrepentirse, hija mía ora, especialmente por los médicos”.
Seguimos caminando y vi hombres y mujeres, jóvenes y niños de todas las clases, iban dando vueltas entre sí como perdidos y confusos, los demonios los cubrían con sus sombras, y les decían, no crean, no crean. Y pregunté ¿Quiénes son? Y me dijo: “Son todos aquellos, que pertenecen a mi iglesia o pertenecieron, pero que abandonaron los sacramentos, o si acuden no creen en ellos, ni en la gracia ni en el poder santificador a través de ellos. Han despreciado al DIOS de la verdad por la mentira. Quienes más sufrirán, son los que no creyeron en mi real presencia, en la sagrada eucaristía, y se hicieron sacrílegos, pues mi carne es verdadera comida mi sangre es verdadera bebida y quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo le resucitare el último día. Ore, ore porque algunos pueden regresar”.
Vi hombres, jóvenes, mujeres y niños con edad de razón, en gran cantidad, caminaban a tientas, pisaban cualquier luz que los podía iluminar, los demonios gritaban, no crean en la luz no crean! Y pregunté ¿Quiénes son? Y me dijo: “Son todos aquellos, que han cometido cualquier pecado y no lo han confesado, por pena, o porque no creen. O si lo confesaron, no lo hicieron con verdadero arrepentimiento. DIOS conoce el corazón de cada hombre. Ore, ore para que se conviertan. Nadie que no confiese su pecado puede entrar en el reino de los cielos”.
Entonces exclamé, Señor JESÚS, DIOS mío ¿quién puede salvarse!!!!!?
Me contestó: “Tu ven y sígueme. Para DIOS nada es imposible.” Callé, y seguimos caminando. Encontramos miles, y miles que iban al camino del infierno. No pegunté quiénes eran ellos, solo iba pensando, misericordia DIOS mío, misericordia Señor...
Él no me dijo quiénes eran, ni cual fue su pecado, era de toda edad, y de toda clase, y por algo que yo no entiendo, se me dio a saber, que era de toda religión, fe y creencia. Porque DIOS hace juicio sobre toda persona que venga a esta tierra, nazca donde nazca y crea en lo que crea. Después de caminar y caminar JESÚS me dijo: “Aquí termina el camino al infierno” y se sentó sobre una piedra. Sus llagas sangraban, sus ropas eran rojas y estaba llorando. Le dije ¿Qué tienes Señor y DIOS mío? ¿Por qué sus vestidos están rojos, si llegaste de blanco y por qué sangran y por qué está llorando?
Y me dijo: “Lloro al saber, que para ellos mi sacrificio fue inútil, y mi sangre se derramó en vano. Pues ellos no quisieron salvarse, me despreciaron. Mis ropas están rojas empapadas por mi sangre que he vertido en el dolor de sus pecados, y que ellos no quisieron recibir. Ya que mi perdón está dado por parte de mi Padre pero ellos no me recibieron. Y yo les he escrito, el que me reciba lo haré hijo de DIOS. Oh hija mía!!, ore, ore, ayúdame a la salvación de los hombres y de las almas. Nos abrazamos y lloramos juntos, de pronto yo estaba en mi cuarto, abrazada fuertemente en él, el miedo era espantoso, todo mi cuerpo temblaba. Le dije Señor tengo miedo. Me colocó la mano sobre la cabeza y me dijo: “esto que has visto no lo contarás hasta dentro de 6 meses que te hayas repuesto completamente. Luego te llevaré al cielo, y te mostraré el camino de quiénes van por el”.
Oramos juntos, se despidió dejándome en paz, lo vi partir, me volvió a mirar. Aun iba llorando, sus ropas iban rojas, sus llagas, sangraban, me dijo adiós con la mano, y desapareció de mi vista.